Hemos andado ya durante 50 día desde la Pascua de resurrección -Pentecostés significa eso, 50 días después de Pascua- y concluimos este Ciclo Litúrgico pidiendo el don del Espíritu Santo. ¿Por qué? Mala pregunta. La pregunta adecuada es ¿para qué?
La vida de cada día, con sus responsabilidades y compromisos, con sus normalidades, necesita en nosotros una fuerza y sabiduría, una capacidad de conocimiento y consejo, una piedad y temor de Dios que nos ayude a ser discípulos de Jesús en el tiempo ordinario. Para eso lo pedimos. Porque para eso nos lo ha prometido y concedido Jesús.
La tarde del sábado, después de la misa de víspera de Pentecostés, a las 19:00 h, terminaremos con un rato breve de adoración y súploca del don divino del Espíritu Santo, del don de Dios que es Espíritu Santo y es para cada uno de nosotros, Señor y Dador de Vida.
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