El día 15 de julio de 1570, la Compañía de Jesús entregó al cielo, en una sola batalla, cuarenta mártires: dos sacerdotes, veintitrés novicios, siete estudiantes y ocho coadjutores. Ignacio de Acevedo, Provincial de la Compañía, embarcó en la Ciudad de Oporto, con treinta y nueve compañeros, oriundos de Portugal.
El capitán de la nave les advirtió que los mares de las Islas Canarias estaban infestados de piratas calvinistas, los cuales profesaban gran odio a la Iglesia de Cristo, pero esto no impidió en modo alguno que estuviesen preparados a ofrecer su vida a Jesús, máximo Capitán de la Compañía fundada por S. Ignacio de Loyola.
En aguas del mar de Tazacorte, en la Isla de S. Miguel de La Palma, de las Islas Canarias, los piratas calvinistas hugonotes abordaron la nave y prometieron a los religiosos que, si abandonaban la fe de Jesucristo, les perdonarían la vida. Pero ellos, animados vehementemente por Ignacio de Acevedo, se exhortaban mutuamente, con oraciones fervorosas, a entregar su vida por Cristo Crucificado.
Por eso, por odio a la religión, los herejes descuartizaron sus cuerpos y los arrojaron al mar. El último en confesar la fe fue Ignacio, que padeció el martirio sosteniendo un cuadro de la Bienaventurada Virgen María, que le había regalado el Sumo Pontífice Pío V. Pío IX decretó incluirlos en el catálogo de los Beatos.
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