Este domingo festejamos a Cristo Rey por razones profundas y probadas:


1- Porque al ser la segunda persona de la Stma. Trinidad ha obrado en la misma creación del universo entero, tanto las cosas visibles como las invisibles. Es Rey porque es creador junto con el Padre y el Espíritu Santo.

2- Tiene derecho a ser Rey por tener sangre real. La genealogía de la Virgen María muestra que desciende de la familia real del Rey David. Incluso San José aunque sólo fuese padre adoptivo descendía también de la Casa de David.

3- Todo rey ha realizado sus propias conquistas.

Jesucristo a diferencia de otros ‘fundadores’ de religiones que derraman sangre de otros para imponer sus creencias, El derramó la suya propia para redimir millones de almas y con ello las conquistó. Ello dio como resultado un imperio bajo su cetro de justicia, paz y santidad. Sí, Jesucristo también merece ser Rey por su conquista de las almas.

Aunque no lo reconozcamos en nuestros corazones, en nuestra familia o en la sociedad, Jesucristo siempre será Rey por derecho divino, natural y por justicia.

Festejar a Cristo Rey por lo tanto no es sólo una fiesta más del calendario, no es sólo para quedarse en ceremonias, estandartes y cantos. Hacerle un festejo puramente externo y formal, no es un reconocimiento real como Rey.

Si no reina en nuestros corazónes no hay quien guíe nuestras vidas, ni quien controle nuestras pasiones, nadie quien corrija nuestras miserias ni quien se apiade de nosotros en nuestras caídas.

Y si no reina en mi, personalmente, no puede reinar en la familia y así la familia se destruye sin Él. Si de verdad Cristo reina en la familia constatamos y vemos armonía en la misma, misericordia en las caídas de sus miembros, perdón en las ofensas, una caridad y fe que asombran, finalmente una unidad que nada ni nadie puede romper.

Para que Cristo Rey pueda reinar en la sociedad es imprescindible que antes reine en mi y en la familia. De otra manera, todas las ceremonias, fiestas, estandartes y cantos serían sólo una obra teatral.

Cristo puede reinar en mi sólo si le permito entrar en mi. Sólo así puedo invitar a mi familia a que acepte el reinado de Cristo y una familia que vive de Él arrastra a otras familias con su ejemplo y varias familias que viven este reinado pueden construir una sociedad cristiana.

En esta fiesta recibimos una confirmación de que Dios debe reinar para siempre y en el universo entero OPORTET ILLUM REGNARE, (Es necesario que El reine) nos lo reitera San Pablo.1, Corintios, 15.

Pero también hay un mensaje muy íntimo y fuerte para cada uno de nosotros en el Evangelio de esta festividad, San Juan, XVIII, 33:

“¿Entonces tú eres Rey? le preguntó Pilatos a Jesucristo. Y este le dice, ¿Eso lo dices por tí mismo o te lo han dicho otros de mi?“

Esta pregunta va dirigida a cada uno de nosotros; ese es el profundo mensaje.

Jesucristo nos pregunta a cada uno de nosotros: “Eso que sabes de mi, ¿lo sabes por tí mismo o te lo han dicho otros de mi?” Esto significa que Él quiere que le conozcamos directamente y no por intermediarios.

El día que nos presentemos ante su presencia para ser juzgados, nos pedirá cuentas de nuestras obras y estado de conciencia, limpio o sucio. No valdrá para nada el pretexto cómodo de tantos católicos tibios “Es que a mí me dijeron qué…”, “Es que yo obediencía y no me preocupaba de estudiar mi fe ni mi catecismo…”

A Dios no le sirven esas evasivas fáciles para echar la culpa a otros o evitar responsabilidades. Por ello cuando le pregunta a San Pedro, “¿Y tu qué piensas del Hijo del Hombre?” Unos decían que era Juan el Bautista, otros que Jeremías, otros que el profeta…(San Mateo, XVI, 13.)

Jesucristo le insiste a San Pedro que a él no le interesa lo que los otros hombres piensan de él, a mí me interesa lo que tú piensas de mí.

Esa es la pregunta tan grave y profunda que le hace a Pilatos, a San Pedro ¡y ahora me la hace a mí! Pues pienso de Jesucristo lo que mis padres me enseñaron de pequeño, lo que me enseñaron en el catecismo, lo que me dijo un sacerdote, en fin lo que he leído en los libros; no está mal.., ¡ pero no es suficiente! Él quiere que le conozcamos por nosotros mismos y para ello nos dejó la oración, la cual si no es profunda, poco o nada le llegaremos a conocer. Con esa pregunta, está clamando: ¡acércate a mí y conóceme por ti mismo, háblame, confiésate, desahógate, pero sobre todo adórame!

A Dios le ofende y entristece mucho que para justificar nuestras faltas y obrar como él no obra, le intentemos convencer espetando “es lo que me habían dicho de ti…es lo que la mayoría así lo piensa…” No, él quiere que mi fe sea libre y meritoria, que piense yo por mí mismo, que utilice la inteligencia, que utilice mi conciencia; que para ello nos las dio.

He aquí el profundo sentido y misterio de esa pregunta dirigida a Pilatos y a San Pedro.

Cuando se es católico por inercia y conveniencias humanas, el resultado es una fe de paja, una casa construida sobre arena y no sobre piedra. Cualquiera te la robará con algún escándalo o subterfugios de ciencia aparente.

Solo cuando estoy convencido por mi mismo de la Realeza, Divinidad y Caridad de Jesucristo, sólo entonces seré capaz de empezar a dejarle reinar totalmente en mi corazón, mente e inteligencia, como lo pide el primer mandamiento.

Para poder lograr que Dios reine en mí, es necesario ir contra mí propia voluntad, contra la voluntad de los seres humanos que no le quieren ni le sirven, incluidos los jerarcas que ya no tienen la fe católica; saber ir contra mis propios deseos, desórdenes, contra los intereses familiares egoístas, contra mí vida fácil y de placeres egoístas. Tengo que saber contradecirme y saber vencer y acabar con mi hombre viejo:

“Sólo aquellos que se hacen violencia a sí mismos, conquistarán el reino de los cielos.” San Mateo, XI, 12.

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