Para el 4 de marzo, a las 20:00 H, en que tendremos el próximo encuentro de la ESCUELA DE COMUNIDAD, les ofrecemos el material previo que tendremos que traer trabajado.
La Escuela de Comunidad es la sesión presencial, a nivel parroquial, de la formación de agentes que seguimos todos a nivel diocesano. Comencemos con los vídeos y a continuación tenemos los textos. Un cordial saludo.
ORACIÓN PARA COMENZAR
Líbranos, Señor, de la tristeza.
Mana desde heridas viejas
y desde nuevos golpes repentinos no bastante llorados
en lo que tienen de despojo, ni bastante acogidos
en lo que tienen de nueva libertad.
Se infiltra astuta en la mirada y apaga el brillo
de las realidades cotidianas.
Va depositando
en la coyuntura de los huesos su rigidez y su torpeza.
Un aire inasible
empapa de desazón indescifrable los recuerdos luminosos.
Las certezas cálidas de ayer parecen arqueología ajena, esculturas sin nombre
en plazas olvidadas.
Como nube empujada por el viento con formas grotescas y cambiantes nos oculta el horizonte
con su amenaza fantasmal.
La tristeza se esconde bajo el deber cumplido
y la respuesta esperada por la gente.
Maquilla su rostro con arrugas de ayuno. Se disfraza de sensatez que todo lo calcula bien.
Va doblando las espaldas con el ancho escapulario
de los "cofrades resignados", que han visto y saben todo, y ya no esperan nada nuevo que valga la pena celebrar.
Al pasar las siluetas juveniles con sus risas de colores,
va quedando un poso de nostalgia, de oportunidades nunca atrapadas en el puño ya sin fuerza.
La tristeza nos deja en el alma un residuo de vida usada,
de Dios de catecismo
con las preguntas y respuestas ya sabidas de memoria, repetidas hasta el tedio.
¡Líbranos de la tristeza, Señor de la alegría! (Benjamín G. Buelta, sj)
UNA CANCIÓN:
Un artista español llamado Melendi en el año 2019 publicó un álbum titulado “10:20:40” que tiene una canción titulada “síndrome de Estocolmo”.
El “síndrome de Estocolmo” es un trastorno psicológico temporal en el que la víctima de un secuestro se muestra comprensiva y benevolente con el secuestrador, además se puede identificar con sus ideas durante el secuestro o cuando es liberada.
La canción de Melendi describe, a lo largo de su letra, parte de las características de la sociedad en la que nos movemos.
En esta sociedad, nos dice, se produce una cierta histeria por el ritmo tan frenético que llevamos. La rutina que tenemos no nos ayuda a superarla introduciéndonos en una tristeza y una sensación de abandono brutal. También la mayor parte de las cosas que hacemos las vemos como obligaciones que nos roban cada vez más la libertad.
Esto hace que el deseo se tome como algo que solamente nos lleva al placer inmediato. La envidia, los celos, la culpa y los apegos desordenados son las armas que utilizamos para tratar de sobrevivir.
Lo que resulta más llamativo de la canción es que para el autor todo esto ha llevado a que la sociedad viva con el “síndrome de Estocolmo”.
El tema musical no se queda sólo en eso. Resulta significativo que a lo largo del estribillo surge la idea de que la manera de superar el “síndrome de Estocolmo” es descubrir la luz en el camino, siendo ésta cada persona. Él quiere tener a alguien que sea su referente, formando incluso parte de él.
En todo el desarrollo de la canción, él se reconoce prisionero de la envidia, los celos, la ceguera, la culpa y los apegos. En definitiva se muestra tremendamente frágil.
Esta sencilla y sugerente lectura de la realidad, de la mano de Melendi, la constatamos con las aportaciones de diferentes autores que conocemos. La sociedad inconsistente y líquida de la que habla Z. Bauman1. La propuesta del filósofo coreano-germano Byung Chul Han al afirmar que la persona de esta sociedad compite contra sí misma hasta que se derrumba2. L. Duch desarrolla la idea de la sobre-aceleración de la sociedad actual3. Y G. Lipovetsky nos presenta la indiferencia como la característica del sujeto post-moderno 4 . También M. Augé, con su aportación y estudio sobre los “no lugares”5 presenta el espacio concreto de la rutina que se termina asumiendo como algo normal.
El papa Francisco no se aleja de estas breves pinceladas sobre la sociedad actual al afirmar que la civilización actual esta paradójicamente herida de anonimato y obsesionada al mismo tiempo por los detalles de la vida de los demás. La sociedad, sin ningún tipo de pudor, esta enferma de una curiosidad mal sana6.
La parroquia, dentro de esta sociedad
En esta sociedad se encarna la realidad de la parroquia. También ella sufre también males tales como la indiferencia, los celos, las envidias, los prejuicios, la crítica, las luchas de poder, los apegos a cosas y situaciones que, vacías de Dios, no son sino estorbos para la amistad con Él…
La parroquia es la misma Iglesia que vive en las casas de sus hijos e hijas, es el lugar de relaciones interpersonales y una comunidad de fieles creyentes. La parroquia es la presencia en la que todos los bautizados han sido convocados por Dios, es el lugar del culto y la oración, el ámbito para la misión, el lugar de la formación total de todos los cristianos, el espacio caritativo y social, del servicio y la diakonía. En la parroquia la caridad se hace concreta7.
Esta definición de la parroquia, en el contexto social que hemos descrito brevemente, nos puede parecer que es suficiente. Que simplemente con leerla una y otra vez basta para estar tranquilos con la respuesta que damos al desafío de la evangelización que tenemos delante.
Pero lo que nos interesa no es dar una definición de la parroquia en el contexto social actual. Nos interesa profundizar en las razones del significado de la parroquia como hogar motivador y sanador.
Esto lo hacemos para no caer en la tentación de llevarnos por un mero optimismo que sustituye a la esperanza cristiana, un mero optimismo que se fundamenta en nuestra autoconvencimiento, nuestra estrategia y nuestras fuerzas.
DECONSTRUIR:
De un tiempo a esta parte han surgido en televisión una serie de programas que han puesto en valor oficios que en otro tiempo habían quedado reducidos a unos pocos sectores de la sociedad. En concreto nos referimos a los dedicados al mundo de la hostelería y a la cocina de diseño (Master chef, Top chef…).
Es curioso cómo se han introducido conceptos de la jerga de este bello oficio en nuestro día a día. Uno de ellos es el concepto de “deconstrucción”, por esto entendemos la acción de deshacer algo para darle una nueva estructura.
Salvando las distancias ¿Con qué y cómo lo haremos? Con el ADN de la parroquia, hogar motivador y sanador. Deconstruiremos las letras de las siglas ADN de manera que podamos ver las características que son la raíz de la parroquia hogar motivador y sanador.
El ADN, como sabemos, constituye el material genético de las células y contiene en su secuencia la información para la síntesis de proteínas. Simplificando, podríamos decir que explica cómo esta formada una célula.
Al preguntarnos qué es lo que hace que una parroquia sea un hogar motivador y sanador, y deconstruyendo su ADN, con las siglas podemos construir tres palabras: Alegría, Diakonía y Nosotros.
A-legría:
La alegría no es un tema del que se hable mucho en la parroquia. Se convierte muchas veces en un deber y sentimos como una obligación el estar alegres. Sin embargo, suele pasar que cuando algo se obliga no va a buen término, y ocurre el efecto contrario. ¡Hasta nos sorprende encontrarnos con alguien alegre hasta el punto que nos incomoda! Afirma un sacerdote de nuestra diócesis que en ocasiones: “nos alegramos de los fracasos de los demás y nos entristecemos de los éxitos de los demás”. Podríamos, parafraseando esta afirmación, decir que nos alegramos de la tristeza del otro y nos entristecemos de la alegría del otro. De alguna manera, la alegría se ha convertido en un tópico más o menos marginal.
Por otro lado, la alegría no se reduce a una forma de bienestar o consuelo emocional, es una expresión profunda del ser que se traduce en la bondad, la verdad y la belleza. Su rasgo más significativo es la hospitalidad, que nos remite al hogar, el cual nos hace caer en la cuenta de que la alegría no nos pertenece, sino que nos ha sido dada como un regalo. La hospitalidad hace que acojamos a los otros para que habiten con nosotros, para protegernos y cuidarnos en la realidad que vivimos10.
En el hogar se protege, se apuesta por la vida. Se comparte no sólo lo que tenemos sino lo que somos. El hogar no es sólo el lugar para la familia sino para la amistad, para los vecinos y, aunque suene contradictorio, para los desconocidos.
Este hogar, que es la parroquia, no se reduce al templo, sino que se amplia al conjunto del pueblo, creyentes y no creyentes. Por eso decimos que la alegría nace del evangelio que es Buena Noticia, la cual llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con ella. Esta Buena Noticia es Jesús de Nazaret.
La alegría tiene como característica que es contagiosa, que crece en la medida que se da a los otros. Por su parte, la parroquia es motivadora en la medida que contagia la alegría. La tentación más fácil de la parroquia es encerrarse en sí misma tratar de mantener lo poco que tiene pensando que eso es lo fundamental.
En definitiva, podemos decir de la alegría que:
- Nace del encuentro personal con Jesús de Nazaret.
- Nos hace descubrir que este encuentro es una invitación de Jesús de Nazaret a vivir la amistad con Él (Cf. Juan 11, 1-18) y a renovarla en cada instante de la vida (Cf. Salmo 16, 8.).
- Nos lleva a experimentar en el encuentro personal con Jesús de Nazaret la ternura de la misericordia, la cual es contenido esencial de la evangelización.
- Es consuelo, ánimo y fortaleza en nuestra vida como discípulos misioneros.
D-iakonía:
Seguimos con la letra D, y de ella descubrimos la palabra diakonía.
Anteriormente veíamos como en la sociedad en la que nos movemos el sujeto tiende a ser indiferente a los otros. Está fuertemente marcado por la autorreferencialidad y el narcisismo. El papa Francisco afirma que es necesario salir de la autorreferencialidad para estar sanos. Esto lo dice de la persona y de la misma Iglesia14.
¿Cómo salir de nuestra autorreferencialidad? Nuevamente aparece ante nosotros la tentación de ingeniárnosla para hacerlo con nuestras propias fuerzas. De dejar paso a un cristianismo sin Cristo, una fe en la que hay palabras y acciones, pero que no se basa en la roca de la Palabra, de Cristo. Y es precisamente Cristo, nuestra roca, quien hace que vivamos de una manera plena la liberad. Él nos sostiene en los momentos difíciles15.
El papa Francisco nos invita a contemplar a Jesús pobre y humilde. El texto de la carta a los Filipenses en el que encontramos el himno cristológico (Cf. Flp 2, 5-11) nos describe a Jesús pobre y humilde. El abajamiento kenótico que pasa por la pobreza, los oprobios, las injurias y la cruz es el punto de partida para comprender la diakonía, ya que esta no es simplemente repetir mecánicamente los gestos de Jesús, sino tener sus mismos sentimientos. No es hacer sino ser como Jesús. Descubriendo que ser como Jesús, teniendo sus mismos sentimientos, nos lleva a vivir como Él16.
La parroquia al contemplar a Jesús pobre y humilde, reconoce que el poder que tiene procede del servicio y la máxima expresión del servicio que realiza Jesús es la entrega en la cruz. Muere en ella para servirnos, para salvarnos. El camino al que está llamada la parroquia para ir hacia delante y progresar es abajarse. Y abajarse es hacerse pobre en el sentido más profundo del término17.
Hacerse una parroquia pobre lleva consigo varias consecuencias:
La primera es que se reconoce servida por Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo (no es un “Dios spray”, un dios difuso 18 ). Esto significa que acoge, hospeda a Dios situándolo en el centro de su vida. Hospedar a Dios es hospedar lo radicalmente nuevo y distinto, esto descoloca, altera e inquieta19.
La segunda consecuencia es que la parroquia tiene al otro como posibilidad, no como un límite20.
- El otro es condición para que la parroquia se libre de su ego.
- El otro es razón para que crezca en testimonio, hace que ella se ofrezca y no se encierre en sí misma.
- El otro es una llamada para liberarse de sospechas, cálculos, resultados, temores y expectativas.
Podríamos situarnos camino del Teide, por la ruta de La Esperanza. En ella nos encontramos unos paisajes realmente bellos, pero, como sabemos, en un instante este paisaje puede verse marcado por una bruma o niebla muy densa que se transformará luego en el majestuoso paisaje de un mar de nubes imponente a los pies del Teide.
O también si vamos desde el Valle del Golfo camino de El Pinar por la carretera de la cumbre (en El Hierro), en medio de un paisaje pintoresco, no encontramos de repente en una niebla que no nos deja ver lo más mínimo.
O incluso camino de Garafía, por la carretera de las Mimbreras, en el pueblo de Barlovento en el que no solamente nos tropezamos con la niebla sino también con la humedad propia del lugar y los estrechos túneles destilando agua.
Y que decir del monte del Cedro, en la Gomera, en el que no podríamos diferenciar si es de día o de noche.
Esta experiencia de pasear tranquilamente y de encontrarnos bruscamente con la niebla o la bruma nos puede hacer pensar en los momentos en los que vivimos con cierta normalidad nues- tra vida y en la que de repente acontece un momento de oscuridad que nos desconcierta. Si nos paramos a pensar en estos paisajes, nos daremos cuenta que no los imaginamos sin la bruma, forma parte de ellos.
¿Cómo he vivido y vivo las brumas de mi camino? ¿tengo confianza en que verdaderamen- te tras la bruma sigue el Teide, el Cedro… Dios? ¿Hago de la parroquia un lugar donde otros puedan sanar sus dudas?
Nuevamente, escuchando a Melendi, nos fijamos en un single del año 2019 que se titula “Por encima de la bruma”. La experiencia que interpreta el artista es verse reconciliado con la vida en todo su misterio, los momentos de claridad y los momentos de bruma, los momentos buenos y los malos. Ver por encima de la bruma y en medio de ella forma parte del camino.
La parroquia hogar motivador y sanador reconoce con su manera de vivir que tiene fe, testimonia que tiene experiencia de Dios. Sale al encuentro del que sufre y acoge a los heridos de la vida porque ha hecho la experiencia de dejarse abrazar por Jesús.
La parroquia hogar motivador y sanador deja espacio a la alegría, al perdón y la reconciliación, la cercanía y la valentía de buscar caminos nuevos para la evangelización.
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