2.- “EL DOLOR MAYOR”

- Imágenes del Ntra. Sra. del Mayor Dolor y Cristo de la Unción (Ibrahin Hernández, s. XXI), de San José de Arimatea y San Nicodemo (Atribuidas a Lázaro González de Ocampo, s. XVII), San Juan Evangelista (Rodríguez de la Oliva, s. XVIII) y Santa María Magdalena (Fernando Estévez, s. XIX).

Cofradía de la Unción y Mortaja de Cristo

Reflexión:

Nos han entregado el cuerpo roto de Jesús y todo parece ser el final de un bello proyecto que acaba con un gran fracaso. Todo es oscuridad y dolor. La Madre sostiene al Hijo en los brazos ante la mirada desolada de sus acompañantes, y ve cómo los hechos, parecen contradecir todo lo que se esperaba, y que un día ya lejano se le anunció. El que iba a ser grande, lo ve morir ahora como un criminal, el que sería llamado Hijo del Altísimo acaba aquí en el patíbulo. Una noche negra cubre toda la existencia fruto de la fatalidad, signo del mayor dolor.

Pero en medio de este momento de sinsentido, brilla para la Madre una estrella que siempre ha iluminado su corazón: el hecho de que para Dios nada es imposible. Por tanto, si el Padre ha permitido que sucedieran estos acontecimientos dolorosos es porque detrás está su Santa Voluntad, y contra ella no le queda, como siempre ha sido, nada más que confiar y guardar estos acontecimientos en el corazón. Confiar, confiar, y poner en sus manos toda su vida y todo su dolor. Renovar su entrega con un nuevo “Hágase”.

Vivimos una sobrecogedora realidad en la que miles de hermanos nuestros permanecen clavados en camas de hospital, atravesados por el dolor de la enfermedad y la muerte, con vidas suspendidas en el límite. Confiar y tener esperanza en momentos duros de nuestra vida como estos, donde nada parece estar de nuestra parte, no es nada fácil. Con frecuencia no comprendemos cómo llega el dolor, por qué suceden los sufrimientos de todo tipo, las pérdidas, o las malas noticas que a veces irrumpen de forma inesperada. Pero sí sabemos que no estamos solos, que tenemos siempre a nuestro lado a la Madre, sosteniéndonos, ella que pasó por el calvario y conoce el mayor dolor. María nos acoge en esos momentos especialmente, nos toma de la mano, nos acompaña, cuida y consuela.
 

 

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