- Imagen del Señor Difunto. (Talla a los talleres sevillanos del siglo XVI, también con pautas estilísticas de Flandes y Alemania)
Cofradía de Penitentes de la Misericordia
Reflexión:
El Hijo de Dios ha muerto y va a ser sepultado. En medio de un silencio absoluto, acompañamos su cuerpo destrozado hacia el sepulcro. La tierra le ha dado un lugar en sus entrañas para que repose en soledad. Es el silencio de la Iglesia que medita admirada, lo que ha hecho por nosotros Nuestro Señor. Todo es tiniebla y luto. Es el día del ocultamiento de Dios, el día en que, según el Credo, descendió a los infiernos, al misterio de la muerte. Estamos ante el misterio más oscuro de la fe.
En este tiempo del distanciamiento social hemos experimentado profundos silencios en el mundo. El de las ciudades y calles por todo el planeta que nos ha permitido volver a oír los sencillos ruidos de la naturaleza; como si esta pandemia permitiese a la fragilidad de la tierra respirar por un momento. El de las salas de urgencias saturadas, plantas hospitalarias y salas de Intensivos, dejando oír el desgarrador sonido del dolor. El de tantos escuetos funerales y el silencio de nuestras iglesias vacías donde, a pesar de la ausencia de fieles, se desveló luminosa la presencia de Dios. Los silencios de hoy nos hablan de espera, de preparación, nos invitan a hacer una pausa. Ojalá que sean un tiempo de preparación y anticipo de una nueva melodía para la humanidad, porque el cosmos desea recibir la redención del Salvador.
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