- Imagen del Santísimo Cristo Resucitado. (Manuel Luque Bonillo, Córdoba 2002)
Hermandad del Santísimo Rosario, Nuestra Señora de la Soledad
y Santísimo Cristo Resucitado
Reflexión:
La mañana del tercer día, aquel grupito de mujeres, se dirigieron a la tumba del Maestro, impulsadas por su amor y el hermoso recuerdo de todo lo vivido. También nosotros, en tiempos difíciles, miramos atrás con añoranza, el miedo nos paraliza y, como María Magdalena, nos impide reconocer al Señor. Hasta que oímos como las santas mujeres: “¿Qué hacéis buscando al Viviente entre los muertos? ¡HA RESUCITADO! No lo busquemos en un cadáver, busquemos al Dios vivo entre nosotros, con todo el corazón. Dios en Jesús resucitado, está vivo, sale a nuestro encuentro, continúa amándonos, actuando y busca nuestra salvación. Ahora somos nosotros los que hemos de encontrarlo, verlo, tocarlo, escucharlo.
El seguimiento de Cristo a veces es difícil y duro. Vivimos en un mundo en el que para muchos “Dios ha muerto”. Una época donde ya no se cuenta con Dios, que pasa a ser el gran ausente de la vida cotidiana, no solo entre los no creyentes, sino también con frecuencia, en los creyentes. Parece que, en vez de vivir el espíritu del Resucitado, habita en nosotros el espíritu de la derrota, la apatía, el conformismo y la desesperanza. Sin embargo, es del encuentro con Cristo resucitado, de donde nace la alegría, aún en medio de duras y dramáticas circunstancias. Esa alegría no podemos comprarla ni poseerla, es el mismo Espíritu de Jesús resucitado quien nos la ofrece cuando vamos de camino. Nos visita cuando al acoger al migrante nos sorprende el huésped, cuando al cuidar del enfermo nos ofrece su salud, cuando al vestir al desnudo nos encontramos con un traje nuevo, cuando al visitar al preso es él quien nos libera, o cuando al dar de comer al hambriento se nos ofrece un banquete como nunca podíamos imaginar.
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