Raniero Cantalamessa invita a una verdadera conversión esta Cuaresma 2021: “Un cambio profundo en la forma de concebir nuestras relaciones con Dios”. Esto “exige pasar de la idea de un Dios que pide, que manda, que amenaza, a la idea de un Dios que viene con las manos llenas para dársenos del todo. Es la conversión de la ‘ley’ a la ‘gracia’”, ha resaltado hoy el cardenal predicador de la Casa Pontificia en su primera predicación de Cuaresma.
En el sexto y último día de los ejercicios espirituales del Papa y la Curia romana, que este año se han realizado de forma individual debido a la pandemia, los cardenales, obispos, sacerdotes y empleados acudieron al Aula Pablo VI para escuchar a Cantalamessa reflexionar sobre el tema ‘¿Quién dices que soy?’, sobre los que continuará predicando los días 5, 12 y 26 de marzo.
“Hay una conversión para cada estación de la vida. Lo importante es que cada uno de nosotros descubra la adecuada para él en este momento”, ha comenzado advirtiendo, para luego recalcar: “’Convertíos y creed’ (Mc 1,15) no significan dos cosas diferentes y sucesivas, sino la misma acción fundamental: ¡Convertíos, es decir, creed! ‘Prima conversio fit per fidem’ (‘La primera conversión es creer’), dice santo Tomás de Aquino”.
Santa Teresa de Jesús como ejemplo
El purpurado ha invitado también a los presentes a hacerse niños (Mt 18,1-4), que “significa volver al momento en que descubrimos que fuimos llamados, en el momento de la ordenación sacerdotal, de la profesión religiosa, o del primer verdadero encuentro personal con Jesús. Cuando dijimos: ¡Solo Dios basta! y creímos en ello”.
Asimismo, ha animado a los presentes a la conversión “de la mediocridad y de la tibieza” (Ap 3, 15s). En este punto puso como ejemplo a santa Teresa de Jesús: “Ella dijo de sí misma algo exagerado y dictado por la delicadeza de su conciencia, que puede servirnos a todos para un examen de conciencia: ‘De pasatiempo en pasatiempo, de vanidad en vanidad, de ocasión en ocasión, a meterme tanto en muy grandes ocasiones y andar tan estragada mi alma en muchas vanidades […]. Dábanme gran contento todas las cosas de Dios; teníanme atada las del mundo. Parece que quería concertar estos dos contrarios, tan enemigo uno de otro, como es vida espiritual y contentos y gustos y pasatiempos sensuales’”.
Por último, Cantalamessa ha pedido a “la Madre de Dios que nos dé la gracia que obtuvo del Hijo en Caná. Por su oración, en aquella ocasión, el agua se convirtió en vino. Pidamos que a través de su intercesión el agua de nuestra tibieza se convierta en el vino de un fervor renovado. El vino que en Pentecostés provocó en los Apóstoles la sobria ebriedad del Espíritu y los hizo fervientes en el Espíritu”.
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