Las Hermanas Clarisas celebramos en este año 2022 el 475 aniversario de la llegada de las primeras hermanas a nuestra ciudad. Procedentes de los conventos de Sanlúcar de Barrameda –Cádiz- y de Baeza-Jaén- llegaron para fundar el primer convento un 20 de febrero, de los conventos de Sanlúcar de Barrameda –Cádiz- y de Baeza-Jaén-.
En 1546, el Rvdo. P. Fray Pedo de Sevilla, Custodio de los Franciscanos en nuestras Islas, tras una de sus visitas a los frailes, y después de una conversación con el Cabildo Insular, se compromete a buscar entre la Orden de Santa Clara, fundadoras para nuestra isla, ya que tres jóvenes de nuestra tierra, viajaron a Península para ser Esposas del Rey Celestial, dejando las cosas de este mundo.
Y así, el 20 de febrero de 1547, llegan a nuestra ciudad las diez primeras religiosas de la Orden de Santa Clara, tres de las cuales eran de nuestra tierra.
Estas hermanas al llegar a nuestra ciudad, se hospedaron en el convento de los Padres Franciscanos, el actual Santuario del Cristo de La Laguna, mientras los P. Franciscanos se hospedaban – por orden del Padre Custodio Fray Pedro y del Cabildo Insular- en el Hospital del Glorioso mártir San Sebastián, actual Asilo de Ancianos. Pasados treinta años, Dña. Olalla Fonte del Castillo, esposa del regidor de la ciudad, D. Juan Fiesco, donó sus posesiones para la edificación del nuevo Monasterio de Clarisas, a cambio de que tres de sus hijas fueran admitidas como religiosas. Y así, en el año 1577, en solemne procesión, las hermanas Clarisas llegaron hasta esta su casa. Desde entonces y hasta el día de hoy, nunca han faltado religiosas Clarisas en este Monasterio, en el que durante casi 5 siglos, se ha mantenido encendida la llama de la fe, sosteniendo silenciosamente a los miembros de nuestra Iglesia Universal y especialmente a la Iglesia que camina en estas tierras canarias.
En este día tan especial para la Comunidad y para nuestra Iglesia, damos gracias a Dios por el don de nuestra vocación Clariana, por el don de tantas hermanas que a lo largo de los siglos han fortalecido nuestra Diócesis con su vida de sacrificio y oración. Damos gracias a Dios y encomendamos a Él esta Comunidad. Pidamos al Padre de las misericordias que siga habiendo muchas vocaciones que adoren a Jesús Eucaristía en el Sagrario de nuestro Monasterio y que en el silencio de este claustro se siga viviendo con ilusión la entrega al Señor para el bien de la Iglesia y de toda la humanidad.
Una gratitud especial en nuestro corazón a todas las personas que han hecho y hacen posible cada día que el Carisma Franciscano-Clariano siga latiendo en estos muros centenarios. Gracias a todos por vuestra oración, cercanía, ayuda material y espiritual, gracias por todo vuestro apoyo y cariño fraterno.
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